Visibilización y sororidad de las féminas en el arte
Texto leído en la presentación virtual de Pinceles olvidados. Mujeres artistas (siglos x-xvi) de Diana Arauz Mercado
Elva
Martínez Rivera
El
arte no era considerado un «oficio para mujeres» y a pesar de ello fue
ejecutado y elaborado por ellas. Hay trabajo y talento en las obras artísticas
por religiosas y laicas. El texto que hoy nos reúne, Pinceles olvidados. Mujeres artistas (siglos X-XVI) escrito por
Diana Arauz (izc-uaz,
Texere 2020), nos permite confirmarlo y es través de la
compilación biográfica, de la vida y obra de mujeres artistas que nacieron
entre estos siglos, largo periodo que comprende desde la época medieval hasta
las que se formaron como parte de los movimientos artísticos que iniciaron la
edad moderna, como el manierismo, el renacimiento y el primer barroco. La
autora lleva su análisis a una visión en conjunto, detallando además con datos
históricos, iconográficos e iconológicos en el detalle y la exquisitez de la
explicación de cada una de las piezas expuestas.
El libro lo organiza en dos partes. La
primera, que lleva por título «Artesanas, artistas, miniaturistas e
iluminadoras medievales (siglos X-XV)», está formada por un grupo de 23 féminas
que desarrollaron sus talentos en su mayoría como religiosas en los scriptorium
de los monasterios femeninos de la Europa medieval, como Canterbury o Winchester,
centros religiosos vinculados con la espiritualidad o reclusión, pero también
como espacios para desarrollar y ejercer su vocación artística. También las
hubo, quienes se desarrollaron como artesanas en los talleres familiares, como
espacios para su imaginación y creación artística. Cito: «Se nos presentan como
mujeres de carne y hueso, activas, independientes, con una avanzada estética y
a menudo con un notable sentido del humor, en general conscientes de su propio
valer y probablemente más liberadas en el convento que las seglares sometidas a
la dependencia de un marido o a las necesidades de atención de una familia
convencional».
La segunda parte, «Pintoras,
retratistas, miniaturistas, bodeguistas, escultoras y grabadoras entre el
renacimiento y el barroco. Artistas nacidas en el siglo XVI», es
un grupo de 27 mujeres artistas
que se desarrollaron en dos ámbitos: en la labor colectiva de familias de
artistas o en el seno de familias nobles, cuyos padres consideraban importante
para la formación de sus hijas la dedicación a los estudios de arte, y que por
lo general, fue en la música y en la plástica. Significativa fue la pertenencia
a un estatus económico y social medio o alto, directamente vinculado con la
formación humanística, la dedicación o especialización a través de un
aprendizaje autodidacta o en el taller familiar. Contar con tal apoyo familiar
o conyugal para cultivar, ejercer y mantenerse en el oficio constituyó un punto
clave cuando ellos actuaban a favor de los artistas o viceversa. También las
hubo quienes pudieron comercializar sus obras dentro y fuera de sus ciudades de
origen, incluso algunas llegaron a recibir salarios que les permitieron
mantener económicamente a sus familias.
En esta etapa, se dan nuevas formas de
concebir el arte, aunque se siguen desarrollando dentro de un oficio
considerado masculino de acuerdo a los cánones religiosos, artísticos y socio
culturales del momento…. Hay genio, aunque oculto por las convenciones
sociales. La mayoría de estas artistas, fueron por lo regular hijas de pintores
manieristas, escultores de corte y grabadores, recibiendo influencia de grandes
artistas como Tizziano, Tintoretto, Rembrandt o Caravaggio.
Diana Arauz, nos presenta un desfile de
mujeres artistas de diversa posición social, del convento a la ciudad burguesa,
del mundo artesanal a la nobleza, que lograron cultivar los más diversos
géneros: desde el retrato al bodegón, desde la pintura religiosa hasta la
mitológica, desde la miniatura al gran formato, ¡desde lo sacro al desnudo! Incluye
también un índice ordenado cronológicamente de las artistas, junto con una gran
diversidad de fuentes documentales, archivísticas, bibliográficas, museísticas
y una extensa linkografía. Tiene un extraordinario repositorio de imágenes que
ilustran y que permiten tener lecturas diferentes, como lo puede ser de corrido
o bien, por artista o imagen, pues en cada una de ellas hace la descripción y
análisis correspondiente.
En las obras encontramos el uso de una policromía
excelsa, tanto en el arte sacro como profano y que se han convertido en
referentes simbólicos para el estudio de las mujeres y del arte. ¡Son
estéticamente una explosión de color! Hermosas, en su tiempo y espacio, en su
circunstancia histórica. Diana Arauz nos transporta a través de un recorrido
visual por los museos de Europa y algunos de América, que albergan las obras
que tuvieron diferentes y variados soportes: como los antifonarios, breviarios
(libros litúrgicos que contienen oraciones eclesiásticas de todo el año),
homiliarios, salterios, leccionarios, lienzos, retablos, metal, mármol, cantera
y otros objetos decorativos como platos, vasos y espejos. La dra. Arauz Mercado
entra a los monasterios, a los talleres artesanales y a aquellos espacios en
los que se ve la expresión artística de las mujeres, «impropios de su sexo», ha
redescubierto sus firmas, sus autorretratos y nos muestra un gran lienzo,
sublime, erudito y necesario en la historia visual de la humanidad.
Es un libro que nos aporta historiográficamente. Devela cómo la gran mayoría de las mujeres han sido infravaloradas en su condición artesanal, dando cuenta de los impedimentos propios del sexo femenino para recibir una educación general o de formación artística, pero también por el señalamiento de quienes dominaron diversas disciplinas considerando a las mujeres «artistas inferiores». No olvidemos el contexto en el que ellas se desenvuelven. Un mundo en el que estaban a la sombra de los hombres..., en el anonimato. Se tenían pocas posibilidades para asistir a escuelas de arte, pero sí podían ser aprendices del oficio por su cuenta en los talleres familiares. Diana Arauz visibiliza en este texto de Pínceles olvidados a todas aquellas mujeres, las saca de las sombras. Mujeres interesantes, con aspiraciones, con sus luchas y victorias sobre la incomprensión y el aislamiento. Es un texto necesario para ir saliendo de esos años de silencio y de ignorancia sobre la aportación femenina al arte. Obras que por mucho tiempo fueron atribuidas a grandes pintores, como fue el caso de El Greco o Tintoretto, por mencionar sólo un ejemplo.
Resulta significativo el conocimiento y
difusión de lo que las mujeres lograron hacer en su tiempo, pues siguen
desconociéndose dentro y fuera de la historia del arte, de la cultura y de las
mujeres. Vale la pena situar, contextualizar y valorar su papel como ahora lo
hace la autora. Sigamos develando, reconstruyendo y reconfirmando la
importancia en el ámbito histórico, historiográfico, artístico y cultural. Es
momento de abrir una brecha en el camino y darles voz. ¡Lecturas varias nos
corresponde a los lectores y consumidores de este libro extraordinario! Descripción
de la imagen de portada, de Lavinia Fontana, temática mitológica «Marte y Venus».
Observamos a una Venus de espaldas, desnuda, posando sobre el taburete y la camisa blanca que acaba de quitarse, a juego con un par de chinelas. Luce collar de perlas y pendientes. Delicadamente, gira el cuello, regala un guiño cómplice al espectador ofreciéndole un narciso en su mano derecha. La otra mano derecha, la de su acompañante, posa a través de una caricia desvergonzada en la nalga de la diosa conectando con una intensa mirada hacia ella. Marte, acaba de despojarse de su escudo y espada, pero aún conserva el casco en la cabeza. Completa la escena un adormecido Cupido quien empuña su arco bajo un cortinaje oscuro que cierra la alcoba» (pp. 247-248).
si
quieres ver la presentación, da clic a la imagen.
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