(Doble) Ampliación del campo (de
estudio):
leer y escribir en Zacatecas
Berenice Reyes Herrera
I've been
looking so long at these pictures of you
That I almost believe that they're real[1]
«Pictures of you», The
Cure
Hay una escena en la película Closer
(2004, Mike Nichols) en la que Anna (Julia Roberts) tiene una exposición
fotográfica. Allí, las fotografías han sido ampliadas de manera tal que son más
altas que las personas. Uno de los personajes se detiene a observar todos los
detalles de una de las imágenes, se observa a sí misma. Esta estrategia de
ampliación puede verse en varios museos y en exposiciones de todo tipo. Peter Burke
lo menciona en su estudio también: “En el caso de las viejas fotografías de
ciudades, por ejemplo, sobre todo cuando se amplían hasta llenar toda una
pared, el espectador llega a experimentar la vívida sensación de que, si
quisiera, podría meterse en la foto y ponerse a caminar por la calle.”[2]
Para el caso de Los decimonónicos, nos
encontramos igual con cortometrajes, o imágenes, affaires, narraciones,
en los que se pone atención al detalle y a la reconstrucción de las escenas, lo
cual las amplía y permite al lector obtener distintas informaciones. Incluso,
podemos imaginar los rostros adustos de los personajes: “las palabras aladas,
[...] denotan gravedad, seriedad y compromiso. Percibimos que ocurre así, por
la interacción entre la enunciación de orador, y la escucha y deliberación de
los asistentes.”[3] Estas
imágenes, estas escenas y recreaciones, suceden en el contexto que también va
siendo reconstruido con cada artículo, cada cita de documentos, cada
descripción de las prácticas de lectura y escritura que vemos en Los
decimonónicos.
Los artículos sugieren rostros y ponen
nombre y apellido a las firmas anónimas de las actas de la Diputación
provincial, de los acuerdos, de los decretos. En ese sentido, Los
decimonónicos es un álbum de fotografías, una muestra de cortometrajes;
cada uno de los capítulos o artículos que lo componen es una instantánea de un affaire,
un caso, de un acontecimiento en la historia de la escritura-lectura-prensa
de Zacatecas y de sus alrededores. Por lo mismo, no es necesaria una lectura
lineal de los artículos, del principio al fin; sino que se pueden leer como
leeríamos Rayuela o como podría visitarse un museo. Se puede consultar
una sola de sus piezas, o pueden concatenarse varias, según el día de la visita
y el tiempo que se disponga para ella. Esto tal vez esté dado porque consiste,
precisamente, en la antología de varias entregas que se hizo a la revista Corre
Conejo, y por ello, está concebida como una serie.
La nitidez de las narraciones con que
desarrolla los documentos de archivo hace de este recorrido histórico un paseo
agradable. Sin embargo, el narrador no da el “brinco” hacia la ficción, sino
que se queda en el límite que las fuentes pueden proporcionarle, lo demás son
sugerencias. Como lo dijo Luis González, en su conocido libro El oficio de
historiar[4] sin
erudición previa, no es concebible una grata narración histórica. Y esto tiene
que ver también con el juego de fuentes que hace el autor: desde las muy
acudidas, como los libros de Chartier, Langue o de Mercedes de Vega, otras
provenientes del “repositorio máximo” (como las del Fondo Inquisición del AGN),
y otras tal vez no tan conocidas, como las provenientes del Archivo Histórico
del Municipio de Sombrerete. Y es que, como el autor, Flores Zavala, se ocupa
en varias ocasiones de personajes “excéntricos”, no tiene de otra más que
acudir a las pocas huellas escritas que han dejado en los archivos (muchas
veces solamente en el bautizo, confirmación, compra de solar y casa,
matrimonio, padrinazgo y muerte), “y tales huellas se guardan en los archivos
de los notarios del municipio y de la parroquia”[5],
en los archivos locales.
El título de los apartados es
significativo: “Hablar, escuchar, leer, escribir, conversar, debatir”, el
primero; “Noticias de algunas mujeres y hombres”, el segundo; y “Otros tiempos,
diferentes personas, prácticas y discursos”, el último. Desde la revisión de la
escritura de Sombrerete, pasando por un recuento de las escritoras y los
escritores de Zacatecas de 1825 a 1855 y una microbiografía como la de Severo
Amador, el curador de esta exposición desenvuelve y retrabaja ciertos conceptos
provenientes de la historia cultural, por supuesto, pero este re-trabajo
también se refiere a que hay un desarrollo que amplía el tema y la metodología.
Por un lado, no sólo es en la salida de los centros, de la Ciudad de México,
primero; de la ciudad de Zacatecas, después; sino también de los personajes
“céntricos” de la historia literaria o política de la ciudad. Esta doble
ampliación aporta al entendimiento que se tiene de la historia de la lectura o
la escritura, dentro de la historia cultural.
En una escueta nota, la número dos, el
autor de estos estudios revela su utilería teórica y metodológica. Reproduzco
la nota, por importante:
El contexto de las ideas vertidas proviene de una investigación permanente sobre la cultura impresa en Zacatecas, donde hemos abordado a escritores, lectores, intermediarios, impresos y manuscritos –libros, periódicos, hojas-, imprentas, redes comerciales y mercado, consumos, lecturas, salones y bibliotecas particulares y públicas.
Por un lado, vemos que el circuito de
lo escrito, el sistema textual, que propone el autor es más extenso y detallado
que el simple leer o escribir, incluso el de consumo ¿quién leía?, ¿quién
compraba el texto?, ¿quién lo recibía de manos del autor como regalo?, ¿quién
lo escuchaba? Por otro, las preguntas sobre cómo acceder a ese objeto se han
multiplicado al ir conociendo la finura de la información que va presentando el
autor. En resumen, ¿qué implicaba escribir? y ¿cómo documentarlo o cómo
estudiarlo?; ¿qué era leer? y ¿cómo recuperar esta práctica con las mismas
fuentes sobre las que se ha ido una y otra vez?; ¿cómo eran las prácticas de
escritura y de lectura en Zacatecas y sus alrededores, durante el siglo XIX? Si
bien, estas preguntas no se hacen directamente en el libro, sí se contestan en
cada uno de los más de treinta artículos que lo comprenden.
Con la basta información que posee el
autor acerca del contexto sociopolítico local de los actos públicos de lectura
y escritura, se descubre la dimensión simbólica que conlleva el texto. En el
caso específico de “¿Corona fúnebre o
expresión de lealtad?”, por mencionar un ejemplo, se analiza cómo la
publicación de un folleto era más bien la manifestación de lealtad al general
Jesús Aréchiga. Y es que para entender la performatividad de este acto de habla
es necesario acudir al entorno, a cualquiera de ellos.
De la mano de Herón Pérez podemos
recordar que todo texto conlleva una función sociocultural que determina no
solamente su ciclo de creación y recepción, sino su forma. Ello puede
observarse claramente en el artículo del autor, cuando señala que “siguiendo
los usos de la época, la intención última consistía en recordar a la difunta”.
Pero, en efecto, la vida de los textos es siempre social, porque nacen y
funcionan en un ambiente social, a partir de una necesidad y con una función
muy concreta que determina su estructura.[6]
De ahí que el artículo sobre la Corona
fúnebre se dedica a detallar cómo la aparición de un texto, aparentemente
sencillo, aparentemente inocente, involucra a los principales actores de la
vida política de esa ciudad de Zacatecas de finales de siglo y unas de las
tantas querellas públicas que entablaban los “católicos beligerantes y
defensores de sus derechos y creencias en contra de los liberales que ocupaban
diferentes instancias de poder [político] y que imprimían los periódicos
El Liberal y El Constitucional con fines propagandistas.”[7]
De ahí que las preguntas que se
encuentren latentes en los artículos de Los Decimonónicos no solo
provengan de la historia cultural, sino que también pudieran rastrearse hacia
los estudios del discurso, pues se notan los esfuerzos por definir relaciones
sistemáticas entre los contextos sociales y culturales (reconstruidos con rigor
histórico) y las estructuras y funciones del lenguaje; por ejemplo, el autor
nota el rigor del uso del “yo generalizado” en las asambleas representativas y
las sesiones ordinarias.
Dicho en otras palabras, el autor nota
en los documentos los actos de enunciación específicos y trata de acceder al
sistema (a los sistemas) a través de la reconstrucción de los contextos. En ese
sentido, recupera los aspectos del decir que ya Coseriu habría propuesto hace
ya más de medio siglo: el decir como producto, como enunciado; el decir como
práctica, algo que se mueve; y el decir como sistema. Sin ir más allá hacia la
determinación, como conjunto de operaciones o el juego de las reglas (ni hablar
del determinismo, que no viene al caso), y los entornos, como instrumentos
circunstanciales de la actividad lingüística, los contextos, se puede constatar
la ampliación que el autor ha hecho tanto del objeto como del método de
estudio.
De alguna manera, las conclusiones a las
que llega el autor, o a las que puede llegar el lector después de analizar
estos textos de Flores Zavala, son (metodológicamente hablando) que, para los
estudios de la historia cultural, o los estudios sobre el decir en general,
deben articular la construcción discursiva del mundo social con la construcción
social de los discursos. O, dicho de otro modo, ya con Darnton propiamente, de
inscribir la comprensión de los diversos enunciados que modelan las realidades
dentro de coacciones objetivas que, a la vez, limitan y hacen posible su
enunciación.[8] Este
dominio se podría aplicar para los estudios de la literatura también, aunque
sea otro tema. Sin embargo, no se puede negar que este domino de investigación
es el de la historia de las formas, usos y efectos de la cultura escrita en las
sociedades del siglo XIX en Zacatecas y alrededores.
Flores Zavala se ha ido haciendo del
bagaje de archivo y de información necesario para conformar esta serie a lo
largo de varios años, también ha ido conformando una forma de pensar la
significación de los discursos, al situarla entre las diversas estrategias
(autorales, editoriales, críticas, escolares) que intentan fijar e imponer su
sentido, y las apropiaciones plurales, móviles de los lectores-escuchas (de
primera y segunda mano) que les dan usos y comprensiones que les son propios.
Por estas razones es que este caleidoscopio de estudios sobre la
lectura-escritura en Zacatecas en un texto obligado para quienes nos
interesamos en el campo, por decir lo menos.
[1] “Pictures of you” es una
canción de The Cure incluida en el álbum Disintegration, 1990.
[2] Peter Burke, Visto y no
visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona: Crítica,
2005.
[3] “Las palabras aladas”, en el
interior de este libro.
[4] Luis González y González, El
oficio de historiar. Zamora: El Colegio de Michoacán, 2009.
[5] Idem, 81.
[6] Herón Pérez Martínez, “La
investigación emblemática”, Herón Pérez Martínez y Bárbara Skinfill Nogal,
Editores, Esplendor y ocaso de la cultura simbólica. Zamora, El Colegio
de Michoacán, Conacyt, 2002, 31.
[7] “¿Corona fúnebre o expresión de lealtad?”, en el interior de este
libro.
[8] Robert Darnton, El beso de
Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural. Buenos Aires, FCE, 2010.
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